
Recuerdo que la palabra vulnerabilidad, apareció para mí en los comienzos de mi adolescencia, con una significación totalmente distinta a lo que la veo ahora. Pues, siempre he sido una persona muy sensible, de eso me di cuenta desde pequeña, las cosas que sucedían al rededor mío me afectaban mucho, como ver que mi hermano no quería que yo lo viera crear sus mundos imaginarios mientras jugaba con sus muñecos (creo que siempre he sido una persona más de observar y escuchar que de hablar). Desde pequeña me di cuenta de que soy una persona a la que le costaba expresar mucho su sentir. Sentía que, mientras menos supieran los demás sobre lo que yo pensaba o sentía, era mejor para mí. Siempre he sido una persona callada y reservada, aunque por dentro esté viviendo mil emociones todo el tiempo. Me juzgué por mucho tiempo en mi adolescencia por mi sensibilidad, hasta el punto en que lo veía muy mal en mí, me decía a mí misma que quería dejar de sentir en la vida, sin darme cuenta de que el sentir es lo que nos hace humanos. Y para mí la sensibilidad en ese entonces era un sinónimo de vulnerabilidad, sin saber que años más adelante, esta palabra sería una de mis principales fuentes de investigación en la carrera que escogería.
En mi memoria está guardado un recuerdo en segundo de primaria cuando vi una obra de teatro
infantil, en el Teatro Colsubsidio, y ese día quedé maravillada, desde esa vez me dije que eso
sería
algo que definitivamente me gustaría hacer. En tercero de primaria fue un señor (no recuerdo su
nombre) él tenía una academia de actuación e iba a hacer unas audiciones para unas becas para
ingresar a su academia, yo la presenté, me tocaba hacer una pequeña improvisación de Caperucita
Roja, estaba completamente llena de nervios, pues era algo que realmente quería mucho, pero no
pasé
la audición y a mí me costaba mucho expresarle a mis papás que quería hacer teatro, y nunca les
dije. Por muchos años me dediqué a jugar baloncesto, desde mis nueve hasta mis dieciséis años;
lo
menciono porque me dejó una gran disciplina en mi vida. En el año 2018 ingresé a la Academia
Charlot
a unos talleres que ellos realizaban los fines de semana. Allí dije que la actuación sería
definitivamente algo en lo cual yo me quería profesionalizar.
Al finalizar el colegio ingresé a estudiar Arte Dramático en la Universidad Central, que en ese
entonces tenía un convenio con el Teatro Libre. Allí me di cuenta de que sería una carrera, muy
compleja y exigente, que me confrontaría bastante, tanto a nivel físico como mental; sin
embargo, mi
yo de 17 años no estaba lo suficientemente preparada mentalmente para asumir todo lo que
conllevaba
este proceso, así que en el segundo corte tomé la decisión de salirme de la carrera, pensando
que
definitivamente el teatro no sería algo de lo cual yo quisiera dedicar mi vida. Así que estudié
inglés un tiempo y tomé la decisión de ingresar a Diseño Industrial a la Javeriana, sin embargo,
no
me sentía cómoda lo que conllevaba el quehacer de un diseñador, así que en el primer semestre
del
2020 ingresé a estudiar Artes Visuales, pero, me habían quedado 3 créditos libres y tomé la
decisión
de meter una electiva, Introducción a la Actuación con la maestra Abby Bermúdez, en la clase
disfruté mucho de los juegos teatrales. Tras unas semanas llegó lo que sería la pandemia, que
cambió
absolutamente todas las dinámicas, el pensarse todas las clases desde la casa era algo que me
atormentaba, sin embargo, fue un espacio en donde me di cuenta de que la actuación era algo que
definitivamente necesitaba en mi vida. Tras este redescubrimiento decidí presentarme para
realizar
doble programa con Artes Escénicas en el 2021. Nombro esto porque absolutamente todo lo que viví
me
llevó a tomar la decisión de escoger definitivamente la carrera, pues sin esas vivencias no
estaría
escribiendo en estos momentos este texto.
Entonces, así comienza mi aventura dentro de la carrera. Estaba realmente muy nerviosa, pero muy
emocionada de comenzar esta nueva carrera.
Desde el inicio del programa, he sentido una invitación a encontrarme conmigo. En una
búsqueda
constante de mi cuerpo, de mi voz, de mis pensamientos, de lo que me habita. Recuerdo que
muchas
cosas me daban miedo; por ejemplo, la danza, pues era un lenguaje que nunca había explorado
previamente, y además había crecido con un pensamiento de que yo jamás iba a servir para la
danza, y
cuando entendí que para actuar es indispensable una conexión con mi movimiento, fue algo que
realmente me asustó.
Principios de la Puesta en Escena I, fue una materia remota, por temas de la pandemia. Pero
esto
me
mostró lo transformable que puede llegar a ser el espacio. Convirtiendo mi habitación en una
cámara
oscura para ser parte de una escena. Comenzando a entender que todo elemento narra algo,
tiene
un
porqué y una función dentro de una puesta en escena.
En el espacio académico de danza clásica pude comprender la diferencia entre tener fuerza y
saber
aplicarla. Yo era una persona muy disciplinada entrenando en el gimnasio y las maestras me
decían
que tenía fuerza, pero no sabía cómo aplicarla a mi movimiento, este fue uno de los primeros
choques
que sentí conmigo. No obstante, comencé a darme cuenta de que cada cuerpo tiene su propio
movimiento
y que era posible pensar en términos de movimiento.
La Somática fue totalmente una sorpresa para mí. Antes yo no había escuchado esa palabra,
pero
se
convirtió en una herramienta que me ha transformado. Me enseñó a preguntarme cómo percibirme
desde
adentro. A cuestionarme no sólo cómo dispongo mi cuerpo para la práctica, sino cómo llego
emocional,
mental y energéticamente a cada clase. Me llevó a preguntarme ¿Quién soy? ¿Qué necesito?
¿Dónde
me
duele? ¿Por qué me podría doler? Dándome cuenta de que tengo un patrón de pensamiento
pesimista,
y
que todos mis pensamientos están totalmente ligados a mi cuerpo.
Ese proceso de escucha de mí misma, es algo fundamental dentro de la actuación. Por ejemplo,
en
Principios de Actuación I, al comienzo me costó adaptarme, ya que la mayoría de las clases
eran
virtuales y yo sentía profundamente la necesidad de estar con el otro, de compartir el mismo
espacio
físico y establecer una conexión más directa. Recuerdo de esta asignatura que la maestra
Abby
Bermúdez nos insistía en la importancia de los pies, de enraizarme, sostenerme, activar mi
cuerpo.
Allí conocí la secuencia del gato de Grotoswki, que hasta el día de hoy la uso para
activarme
antes
de una función. En este mismo espacio académico la maestra Sofía Monsalve, nos habló sobre
el
Sats,
ese estado de alerta que permite al cuerpo estar disponible para la acción.
En Principios de Actuación II, me encontré con la palabra. Enfrentándome a un texto que se llama
El
tiempo de las mandarinas, una obra llena de imágenes oníricas. La maestra Brunilda Zapata, me
pedía
que visualizara la imagen de lo que decía, pero realmente yo no entendía a que se refería con
visualizar. Paralelamente tuvimos algunos conceptos de Stanislavski, que me llevaron a
preguntarme
por las acciones, los objetivos y las circunstancias dadas. Además, con el maestro Mario
Escobar,
comencé a explorar sobre mi presencia escénica, sobre el cómo retener y no soltar, sobre la
escucha
y el objetivo de la escena y sus tensiones.
Ese fue un año en el que comprendí que la principal herramienta de un artista escénico es su
propio
cuerpo, así que es de vital importancia el entrenamiento. Y que por ende la escucha a mí misma y
a
los demás es algo que siempre debe estar presente.
En el segundo semestre del 2022, comienzo mi ciclo profesional. Esta fase del programa académico
se
encuentra dividido en cuatro áreas: Técnicas básicas, Laboratorios, Puestas en Escena y
Ensambles.
Dónde cada persona tiene la libertad de armar su propio camino según sus intereses personales.
Tomé
la decisión de ver la Técnica Básica de cuerpo es voz. Esta asignatura la cursé con la maestra
Catalina Medina y el maestro Fernando Montes, una combinación retadora porque eran maestros muy
contrastantes en su metodología, la maestra Catalina desde una perspectiva muy somática de
exploración de la voz, buscando romper con nuestro patrón respiratorio, donde comencé a notar
una
fuerte tensión en mis hombros, que el maestro Mario Escobar el semestre anterior me había
comentado,
pero yo realmente no lo lograba sentir en mi cuerpo, y que estas tensiones tienen una
repercusión en
mi voz. Por otro lado, con el maestro Fernando Montes teníamos una exploración de la voz desde
las
acciones físicas, desde el empujar, halar, tirar, retorcer, etc. También trabajando los mapas
energéticos de nuestro cuerpo, investigando nuestros chakras y cómo cambia la voz si hablamos
centrando nuestra atención desde cada uno de ellos. Esta asignatura estuvo llena de retos,
curiosidades y nuevas cosas que alimentaron mi mente, cuerpo y ser. Exploré cosas que desconocía
totalmente de mi mente, viajando por distintos lugares en mis pensamientos y sensaciones.
Dejando un
fluir de sensaciones en mi cuerpo para tratar de transformarlas en algo creativo.
Recuerdo que a comienzo de semestre se me hacía muy difícil el participar en esta clase, mi timidez más de una vez me hizo cortar mis propios impulsos y cohibirme a saltar a las exploraciones, a lo que el maestro Fernando me dijo al final de una clase en la cual no me arriesgué a pasar “usted perdió la oportunidad, nunca va a volverla a tener, entonces no pierda el tiempo estando acá” de repente caí en cuenta de que había perdido muchas oportunidades de pasar por mis propios bloqueos mentales. Desde esa clase mi mente cambió mucho el chip y comencé a ser más participativa. La maestra Catalina me invitó a preguntarme ¿Cómo negocio con lo que me pasa y mi sentir? No quería tratar de negar mis pensamientos, sino quería transformarlos en otra cosa, desde la aceptación de estos. En esta clase, conocí a mi compañera Lina Vargas, con quién me comencé a entender muy bien y fuimos un apoyo mutuo por un par de semestres, con quien después de clases nos sentábamos a hablar de nuestras sensaciones vividas. Hubo mucho juego con la palabra, investigando qué pasaba con los distintos resonadores, con la velocidad, el volumen, la repetición, el alargar silabas, etc. Elementos que siento que le pueden dar mucho juego a los textos, encontrar distintas posibilidades y nuevos sentidos. La maestra Catalina me recomendó trabajar mucho en mi mirada, pues ella veía que había momentos en que estaba tan conectada conmigo misma que la mirada quedaba completamente dentro de mí, así que debía buscar el encontrar la mirada para el otro y para el espacio. Allí comenzó también la pregunta por ese nuevo concepto ¿Acción detrás de la palabra? Esto fue un detonante de investigación para mis próximos semestres comenzando a preguntarme ¿Desde dónde hablo? ¿Cómo los pensamientos y lo que yo me digo me impacta y así mismo impacta a la palabra? Comencé a darme cuenta de que el texto permea la acción y viceversa, que son dos pilares que están completamente ligados dentro de la escena, y que existe la acción física, pero también la acción detrás de la palabra. El maestro Fernando hablaba sobre la precisión como la artesanía del actor.
La puesta en escena de Teatro Colombiano me reafirmó mucho mi interés sobre lo social, lo
político,
lo transformador, y toda la resistencia que se encuentra dentro del arte. Durante esta
asignatura me
comenzaron a surgir preguntas como ¿Qué es lo que distingue el teatro colombiano frente al
teatro de
otros territorios? ¿Qué es particularmente característico del teatro colombiano? Siento que son
preguntas que se van a encontrar en una constante transformación, pues el arte siempre va a
estar en
ello y en diálogo entre distintas disciplinas que harán la cambiante. Sin embargo, siempre se
conservará una esencia de nuestras raíces en la creación.
Hablando de las raíces en los procesos de creación entra aquí la experiencia de mi primer
ensamble
dentro de la carrera. Rastros. Dirigido por el maestro Jhonny Muñoz. Éramos pocos ejecutantes,
11
escénicos y 4 músicos de la carrera de música. Durante este proceso exploramos la esgrima con
machete y bordón, una práctica afrocacucana. Esto más que un enfrentamiento lo veía como un tipo
de
danza con quien se luchaba, donde había que estar alerta y muy presente para ver qué movimiento
iba
a hacer el compañero para así poder defenderse y contraatacar. Este ensamble me permitió
resignificar la palabra malicia, antes de esta asignatura si me preguntaban sobre la palabra la
habría asociado más con algo negativo, y la clase me permitió resignificarla, en una palabra,
como
un cuerpo en estado de alerta y atención, listo a reaccionar, un estado de cuidar también el
cuerpo,
conmigo misma y con los demás.
La pregunta que nos detonó el proceso de creación era ¿De dónde vengo? La socializamos y
llegamos a
que uno de nuestros principales objetivos sería honrar a nuestros ancestros y honrar nuestra
propia
identidad que nos hace ser quienes somos. La mayoría de los textos comenzaron a salir a raíz de
distintas preguntas como: ¿Con qué nos identificamos nosotros? ¿Qué es la ancestralidad para
nosotros? ¿Cómo nos definiríamos? Comenzaron a salir mezclas de textos que entre todos estábamos
tejiendo.
Llegó lo que sería la “crisis” para el ensamble, entramos en un punto de bloqueo. Donde teníamos
un
texto, teníamos una práctica que era la esgrima con machete y bordón, pero no sabíamos qué hacer
con
eso, donde esta sensación de bloqueo se comenzó a expandir entre todos nosotros como
ejecutantes, y
el trabajo se tornó muy complejo y no lográbamos avanzar. Recuerdo una tarde en la que con mi
compañera Lina Vargas, nos sentamos frente al estudio 7 en las bancas de madera, con su tableta,
agarramos el texto lo leímos detalladamente palabra por palabra y empezamos a hablar de qué
imágenes
que nos suscitaban cada una de ellas. Imágenes circulares, en espiral, del sol, cardúmenes,
enredos,
felicidad, fiesta, distintos ritmos. Empezamos a coincidir nosotras 2 en distintas imágenes y
dijimos para la próxima clase vamos a llevar estas propuestas en concreto, que a la final
ayudaron a
construir una buena parte de momentos en específico del ensamble. Menciono esto porque Lina fue
una
persona muy importante, a lo largo de mi proceso dentro de la carrera. Esto que sucedió fue un
reto
que nos puso el director que me dejó una gran enseñanza, de lo que implica la palabra crear, de
que
nosotros nos estamos formando para ser creadores, y tenemos que crear, y no esperar a que un
director llegue a decirnos qué hacer desde cero, sino que siempre se debe tener ya una propuesta
en
concreto para que el director pueda guiarnos en el camino. Este es un proceso que guardo con
mucho
cariño en mi corazón, el ser el primer ensamble, el que cada uno de nosotros pudiera conectar de
una
manera profunda con lo que hablábamos en él. Siempre será un proceso creativo que recordaré con
mucho amor.
2023 es el inicio de uno de los semestres más fuertes a nivel emocional que viví en la carrera,
donde la gran mayoría del tiempo estuve dudando de mí misma, de mis capacidades. Me llegué a
preguntar si realmente era la carrera correcta que había escogido, tuve problemas de ansiedad y
sumándole a esto que fue el semestre en el cual mi perrita Keyla, quien me acompañó durante
trece
años en mi vida, falleció, esto lo nombro porque también fue algo que me afectó fuerte
emocionalmente, y por ende también en la universidad.
El Laboratorio de Composición a partir del Texto Dramático, guiado por la maestra María
Adelaida,
fue un gran reto, una búsqueda del origen, en busca de la identidad, nos preguntamos ¿De dónde
venimos? ¿Cómo nos construimos? ¿Somos una mezcla de mundos que convergen? ¿Realmente sabemos de
dónde venimos? ¿Realmente sabemos por qué estamos acá? Esas preguntas se veían atravesadas por
el
texto que trabajamos a lo largo del semestre, una obra llamada Incendios escrita por el
dramaturgo
Wajdi Mouawad. Con la cual realizamos un ejercicio de teatro ensayo, muy interesante.
Durante la clase viví momentos muy bonitos de exploración, de encontrarme con cosas nuevas, de
descubrir. Pero, también pasé por momentos en los que me sentí muy perdida, frustrada, sin saber
para dónde iba. Muchas veces sentía que, cuando intentaba algo en escena, lo hacía mal. En
varios
ejercicios con mi compañera, apenas empezaba con el texto, la maestra me detenía. A veces por
cómo
decía la palabra, otras porque no tenía una acción física clara. Me decía que no sabía qué hacer
con
las manos, que parecían estorbarme en escena. Esa observación, me hizo darme cuenta de algo muy
importante. Desde entonces, cada vez que estoy en escena me pregunto qué están haciendo mis
manos, y
cómo las estoy habitando.
Venía muy bloqueada, con miedo de pasar a escena, con esa sensación de no sentirme bien
haciéndolo.
Recuerdo un día en que íbamos a ensayar el formato de teatro ensayo. Di un paso para empezar,
pero
mi mente me jugó en contra, y frené el impulso. La maestra me sacó del ejercicio y me dijo que
ese
día iba a aprender más observando. En ese momento fue fuerte para mí, porque ya venía cargando
mucha
frustración. Pero luego entendí que sí, que también aprendo mucho observando. Que mirar a mis
compañeras y compañeros me ayuda a ver detalles, a reconocer cosas que a veces no veo en mí
misma.
Fue una materia donde habité mucho la duda de mis capacidades, y la incomodidad. Sin embargo,
fue
una asignatura en dónde nunca dejé de intentarlo, llegar todos los días a las siete de la mañana
a
la clase, a pesar de la duda que generó en mí a la vez me mostró esa persistencia de lo mucho
que me
gusta actuar y la escena. También me comenzaron a surgir preguntas técnicas como ¿Cómo accionar
para
el otro? ¿Cómo comunico para el otro? ¿Hacia dónde va mi impulso energético? ¿Qué tiene que
perder
mi personaje en la escena? ¿Cuáles son los antecedentes del texto? ¿Las tensiones son mías o del
personaje? ¿Cómo construir la línea de pensamiento del personaje? ¿Qué quiere decir mi
personaje?
¿Qué busca mi personaje del otro? Siempre, siempre preguntarse por el objetivo de la escena y
preguntarse qué es lo que sucede.
Con la maestra María Adelaida, también me encontraba en la Puesta en Escena de Dramaturgias. A
esta
clase le tenía miedo, pues la escritura siempre fue algo de lo cual temía acercarme. Sin
embargo, me
llevé una grata sorpresa. Semanalmente, la maestra María Adelaida nos ponía a escribir todas las
clases. Y me di cuenta de que la escritura también es un músculo que se entrena y está en todas
partes, alrededor nuestro, desde el momento en que uno observa a las demás personas, al entorno,
cuando uno escucha la manera cómo hablan las personas en la vida cotidiana, etc. Esta asignatura
me
quitó el miedo a escribir, también me invitó a agudizar la escucha y la observación para
ponerlas en
pro de algo que se quiere contar.
Otro gran reto en el semestre fue el ensamble, con la maestra Adela Donadío. De quién pude
comenzar
a aprender al cómo poder aproximarme a un texto complejo y jugar con él. Aprendí un método de
aproximación al texto mediante la improvisación, el cual lleva a descubrir varias cosas que
pueden
servir para la futura escena. Comencé a ver que es posible el disfrutar cada palabra que se dice
de
un texto, en donde cada coma, cada punto, es algo vital al momento de la interpretación.
Durante el semestre trabajamos una obra de teatro alemán contemporáneo llamada Inocencia.
Escrita
por Dea Loher. Exploré un personaje llamado Rosa, quien fue un gran reto para mí, una mujer
totalmente distinta a lo que soy. Me puso a buscar la seducción, algo que nunca había explorado
en
escena y que me costó mucho, hasta el último día. Encontré cosas muy bellas en el trabajo de la
palabra, en el trabajo de la acción, comenzando a investigar en esta asignatura también mis
manos,
recordando lo que paralelamente me decía la maestra María Adelaida en el laboratorio.
Las técnicas vistas en este semestre fueron algo que me sostenían un poco a nivel emocional, las
dos
asignaturas que más disfruté durante el semestre. Técnica Básica de Somática de Oriente y
Técnica de
Improvisación Teatral.
En la técnica de Somática de Oriente tuve un acercamiento a la práctica del acroyoga, donde
vivencié
la confianza, el cuidado de mí misma y el cuidado por el otro. La importancia de la
comunicación,
donde en cada vuelo y ejercicio que se realizaba era un pilar vital, la comunicación verbal y la
no
verbal. El escuchar el cuerpo de cada uno de mis compañeros y el mío en relación con los demás.
Llevándome preguntas como ¿Cómo registro en mi cuerpo? ¿Cómo me dispongo? ¿Cuándo debo parar?
¿Cómo
me relaciono y escucho el cuerpo del otro? Cuestiones que a pesar de que salieron de la práctica
del
acroyoga, son de vital importancia para preguntarse en la escena.
Respecto a la Técnica Básica de Improvisación Teatral, fue algo transformador en mi proceso.
Comencé
a vivenciar muchos cambios y a preguntarme por la vulnerabilidad. Inscribí la asignatura
principalmente porque quería ponerme en riesgo. Y este fue un espacio en dónde comencé a
disfrutar
bastante de eso, a disfrutar el miedo que se siente “el no saber”. También, habité mucho la
incomodidad. Surgieron las preguntas ¿Qué hago con la incomodidad? ¿Cómo puedo dejar salir y
expresar esa incomodidad? Me di cuenta de que uno de los temores al pasar era el miedo a “hacer
las
cosas muy mal” y así mismo el temor a estar expuesta frente a los demás y dejar salir a flote la
vulnerabilidad que se encuentra al momento de estar en escena.
La clase me llevó a investigar sobre cómo me habito: mi forma de hablar, de moverme en mi
cotidianidad. Me di cuenta de que suelo mover mucho las manos y los pies sin necesidad, que casi
siempre estoy en un estado de protección, como si llevara un escudo invisible. Vivo en un status
bajo, me sonrojo con facilidad y, aunque parezco distante, en el fondo soy muy sensible frente
al
mundo.
El darme cuenta de este escudo, fue un gran detonante que al día de hoy sigo investigando, pues
siento que de cierta manera esto se puede ver reflejado un poco en escena, sin ser consciente de
ello. A partir de quinto semestre, esto fue un motivo primordial en la investigación de mis
clases.
También inscribí el Laboratorio de Creación de Personaje. Lo dictaba la maestra Isabel Gaona y
el
maestro Manolo Orjuela. Empezamos la asignatura con la maestra, desde las preguntas ¿Qué pienso
que
es crear un personaje? ¿Qué necesito para crear un personaje? Discutimos sobre la disposición
del
cuerpo, mente y emociones de uno para ponerlas al servicio de un personaje. Para la construcción
de
este comencé a entender la importancia de conocer su historia, el porqué, cómo, de dónde viene,
qué
quiere, por qué ha tomado esas decisiones en su vida. Y, sobre todo, encontrarle una voz al
personaje. Así que llegamos un día a la conclusión de que una actriz y un actor debe ser un
científico en su oficio alguien que siempre debe estar investigando, haciendo un seguimiento
riguroso, anotando, observando, escuchando todo el tiempo.
Con el maestro Manolo Orjuela, hablamos sobre la actuación como el arte de decir la verdad. Y lo
indispensable que es el camino de pensamiento del personaje. A lo largo de las clases el maestro
nos
mostró muchas maneras de jugar con la acción física y con el texto, pudiendo jugar con el orden
de:
acción-texto, texto-acción, acción texto al mismo tiempo. Lo que más me llevo del maestro es una
manera totalmente nueva de ver la escena abordándola de una manera musical, en la cual cada
escena
tiene su propio tiempo, su propio ritmo, así mismo cada personaje lleva sus tiempos y ritmos
individuales que son puestos en pro a construir una escena. Adicionalmente comencé a caer en
cuenta
de la vital importancia de la respiración, y esta como afecta también a la intención y a la
emoción.
Llevando a preguntarme ¿cómo respiro cuando estoy triste? ¿Dónde siento la respiración? ¿Dejo de
respirar? ¿No dejo de respirar?
Para finalizar la materia la maestra Isabel en la retroalimentación me dijo que me permitiera
explorar más la vulnerabilidad, que me permitiera ser más vulnerable en escena. El principal
detonante que me hizo caer en cuenta de que esos escudos que estaba manejando en mi día a día
los
estaba extrapolando a la escena.
La técnica de este semestre fue Teatro Gestual, algo que desde el inicio me emocionaba
muchísimo.
Siempre he sentido una profunda admiración por esa dramaturgia que nace del silencio. Las
primeras
semanas las viví con mucha entrega, investigando mis posibilidades físicas, mis límites, mi
energía
en escena.
Pero a mitad del proceso me lesioné fuertemente la zona lumbar, donde tengo dos hernias
discales. El
dolor me obligó a parar durante varias semanas, enfocándome en terapias y ejercicios de
recuperación. Esto me hizo sentirme un poco atrás en el proceso.
Siento que, a raíz de esa pausa, el maestro percibió una falta de compromiso de mi parte, lo
cual me
afectó. Porque no era así. Y, desde lo pedagógico, yo aprendo desde el respeto, el disfrute y el
cuidado; y creo que el arte debería enseñarse desde el amor.
Durante este semestre conocí a un maestro quien ha sido muy importante en mi proceso de
formación.
Andrés Castañeda, un maestro quien me ha ayudado mucho a confiar en mí proceso, a invitarme
siempre
a tomar riesgos, a habitar mi vulnerabilidad desde también el respeto hacía mí misma y lo que
siento
en el presente, un maestro que siempre lo recordaré con mucho cariño y agradecimiento. Mi
primera
clase junto a él fue Ensamble, era interdisciplinar llamado Humano. Donde investigamos la toma y
retoma del Palacio de Justicia. Nos preguntamos sobre el gesto, ¿cómo es posible llevar una
propuesta a escena sin buscar la dramatización de una situación, sino tener como eje central el
gesto? ¿Qué es el gesto? ¿cómo permea el gesto a la acción? Son preguntas que me llevo luego de
vivir la experiencia de mi tercer ensamble.
Para iniciar este nuevo semestre, que sería el sexto. Tomé la decisión de volver a inscribir el
Laboratorio de Creación de Personaje, pues quedé con muchas ganas de seguir investigando sobre
lo
que conlleva el proceso de creación de un personaje. Esta vez lo vi con la maestra Ella Becerra,
quien nos enseñó un método para llegar a la creación de un personaje, se llama Fragmentación. Un
método valga la redundancia muy metódico, en dónde cada acción que realiza un personaje es muy
pensada y tiene una razón muy clara de ser. Me permitió descubrir a los personajes a través de
sus
acciones, donde se pueden encontrar también las particularidades dentro de esta estructura.
Por otro lado, se comenzó a despertar en mí, el interés por el lenguaje audiovisual, sin
embargo, no
era algo que tenía muy contemplado para mí. Recuerdo que al comienzo de la carrera yo tenía una
postura en que lo único que yo quería actuar era en teatro y, por ejemplo, no contemplaba ver la
asignatura de actuación para la cámara. Pero, sentí la curiosidad por la asignatura, así que
tomé la
decisión de inscribirla.
contré con la maestra Isabel Gaona y el maestro Andrés Castañeda. Ingresé a la clase con
la pregunta de ¿Cómo puedo relacionarme con mi vulnerabilidad en escena en busca de no generar
bloqueos en mí? Y esta fue mi pregunta central para investigar. Empecé con mucha intriga, pues
nunca
había tenido un acercamiento a la actuación para la cámara. Sentía a la cámara como un objeto
totalmente extraño y ajeno que sentía que cortaba mis impulsos. Pensé que iba a ser muy
incómodo.
Sin embargo, comencé a encontrar cosas muy bonitas, siento que en la aproximación de la
actuación
algo que marcó un gran cambio en mi proceso, algo que me llevó a tocar las fibras de mi
vulnerabilidad, el habitar el presente con las cosas que realmente estaba sintiendo en el
proceso,
el dejarlas salir como tuvieran que salir, el dejar fluir y no negar los pensamientos e impulsos
que
estaba sintiendo; fue la Técnica de Meisner. Es una técnica que me interesa seguir investigando,
a
profundidad en el proceso de habitar la verdad y vulnerabilidad en la escena. Con estos maestros
comencé a caer en cuenta que la actuación es mucho más de reaccionar, escuchar, estar para el
otro,
para mí, de estar constantemente en el presente desde la escucha frente a los demás y frente a
mí,
la gran importancia del silencio, ese silencio que en realidad no es un silencio, la sutileza de
la
acción, la relación con los objetos, que cada pequeña cosa habla. Todos estos factores
comenzaron a
hacer un cambio en mí. Esta clase me sembró una pregunta, sobre la transformación del lenguaje
teatral hacía un lenguaje cinematográfico. Y esta pregunta me motivó a seguir ahondando en lo
audiovisual. Así que la técnica fue un gran impulso que tuve para seguir en relación con lo
audiovisual y comenzar a investigar en este nuevo lenguaje, que me ha permitido entrar en los
quebrantos y escudos de mi vulnerabilidad.
Desde otra perspectiva, pude encontrar también un nuevo amor dentro de la actuación, el clown.
Esta
vez con el ensamble, que dirigió la maestra Viviana Bernal. Todos los juegos con las gamas de
las
acciones, el hecho de poder burlarse de uno mismo, desde un punto de vista del respeto a lo que
soy
y de sentirme orgullosa de lo que soy, para llevarlo a una burla fue algo que atrapó mi
atención,
además que me permitía explorar profundamente la vulnerabilidad desde un punto de vista
totalmente
diferente. Me comenzó a gustar mucho la relación que puedo encontrar entre: el payaso, la
vulnerabilidad y la somática, al llevarme a una pregunta constante sobre mí. ¿Cómo soy en mi
cotidianidad? ¿De qué manera respiro? ¿Cómo miro? ¿Qué patrones de movimiento tengo? me llevo
mucho
lo bello y complejo que es este lenguaje.
Encontrar una relación entre el clown y la actuación para la cámara fue algo que me motivó al
siguiente semestre seguir ahondando en estos dos lenguajes tan contrastantes, pero tan
vulnerables,
donde la búsqueda de una profunda verdad es algo que los une de una gran manera.
Durante el cambio de semestre, en el periodo intersemestral vi una asignatura que me hizo caer
en
cuenta de que durante todo el proceso de la carrera había estado caminando de la mano con la
somática, y no era consciente de eso. Más que una puesta en escena fue como un laboratorio, la
asignatura la vi con la maestra Emilsen Rincón, y únicamente tenía a Miguel Sánchez como
compañero.
Así que entre nosotros tres creamos un espacio muy ameno de investigación, donde nos reunimos
por
cuatro semanas consecutivas de lunes a viernes a las ocho de la mañana para preguntarnos sobre
nosotros y nuestro proceso. Así que esta asignatura me llevó a ver lo vital que puede llegar a
ser
la somática, no solo en el ámbito escénico, sino en la vida. Me sembró una semilla de pensar
volver
consciente lo inconsciente.
Me llevó a cuestionarme todo lo vivido durante la carrera, a preguntarme de una manera constante
¿Qué es lo que necesito? A no limitarme a “hacer caso” y ser crítica de mi propio proceso. Sin
embargo, no me había hecho preguntas directas de la somática con relación a la actuación y esta
asignatura me llevó a eso, también compartiendo el espacio con Migue, un gran actor, donde
teníamos
discusiones frente a esta relación. Me comencé a preguntar ¿Cómo llevo de la mano la práctica
somática con el camino de pensamiento de un personaje? ¿Cómo puedo crear personajes desde una
perspectiva somática? ¿Cómo dialogo somáticamente con el aquí y el ahora con un personaje en
escena?
Preguntas que me llevo para seguir investigando en mi vida profesional.
Esta asignatura me dejó mucho “el tomar riesgo”, el escuchar realmente lo que mi cuerpo-mente
necesita, haciéndome preguntar de nuevo ¿qué quiero decir yo cómo artista? Y esto fue un gran
motor
para arriesgarme mucho más en el siguiente semestre, me permitió empezar de una manera más
activa,
desde la primera semana.
En séptimo semestre tomé la decisión de audicionar para un ensamble basado en un proyecto
audiovisual.
Este fue el ensamble Rojo Invierno, esta vez con dos maestros, el maestro Andrés Castañeda y el
maestro Oscar Adán, nos propusieron un gran reto, realizar el rodaje de una película en el marco
de
la duración del semestre académico.
Desde la primera semana de clase nos dieron unos perfiles de personajes para realizar un tipo de
audición. A lo que me pregunté ¿Qué pasa si llevo una propuesta de personaje que aún no esté
escrito? Y con miedo lo realicé, tenía mi “bichito” interno diciéndome que había hecho mal en
preparar algo que no estaba dentro de la propuesta, pero; me dije a mí misma ¿qué es lo peor que
puede pasar? Y realmente no iba a pasar nada grave si salía “mal” hoy en día sigo agradeciendo
haber
tomado ese riesgo. Pues, fue una propuesta que abrió una nueva posibilidad dentro de la
película.
Al equipo del ensamble además de los 23 ejecutantes se sumó Javier Hernández, quién fue el
director
de fotografía del proyecto, se convirtió en otro gran maestro. Tuve la oportunidad de explorar
distintos roles; como ser segunda asistente de cámara, data manager, asistente de sonido,
asistente
de producción, aprender mucho de todo lo que conlleva el realizar un producto audiovisual, tanto
desde la parte de interpretación, como desde la parte del detrás de cámaras y es algo que valoro
mucho, pues esta experiencia hizo en mí generar un gran gusto por el quehacer en el cine y el
trabajo audiovisual que antes nunca habría imaginado, y poder decir que también es un campo en
el
cual me gustaría desarrollar mi vida profesional.
Cada vez se acerca más el final del pregrado, y la incertidumbre me acompaña. Para el último
semestre abrieron una nueva asignatura, ensamble de práctica profesional, y pensé en no perder
la
oportunidad
.
Tomé la decisión de postularme a la práctica, pues la pedagogía es algo que me llama la
atención. Me
gusta ver la enseñanza como un compartir experiencias, siendo un espacio de aprendizaje mutuo,
donde
todos podemos aprender.
Ingresé al Colegio FACE, donde había oportunidad de presentar un taller de artes escénicas. Ha
sido
una experiencia que ha estado llena de aprendizajes, pero que a la vez no ha sido para nada
fácil.
Pero, me ha ayudado a estar muy atenta a todo lo que sucede, de estar muy presente, y abierta a
la
escucha y a los cambios que se pueden dar en todo momento, me ha llevado a todo el tiempo estar
buscando alternativas, y distintas formas de solucionar. He podido encontrar mucho sentido a
juegos
y experiencias vividas dentro de la carrera. El llevar este proceso con los chicos ha sido algo
que
me ha ayudado a crecer también a nivel personal y a tener una mayor toma de decisiones.
Agradezco mucho lo vivido dentro de la universidad, porque me ha llevado por un viaje de
sensaciones, aprendizajes, frustraciones, pensamientos, afianzando mi amor al arte, pero sobre
todo
me ha llenado de más sueños que quisiera vivir, y muchas preguntas que me quedan sin responder.